Miguel, un niño venezolano de 7 años, sobrevive a presuntos ritos satánicos. Tras hospitalización y recuperación, enfrenta el desafío de superar el trauma.

Miguel, un niño venezolano de siete años, lleva en su cuerpo las cicatrices de un calvario que sufrió durante varios meses. Su padre y su tía presuntamente lo usaron para ritos satánicos mientras su madre, Katiuska Corihuela, buscaba un mejor futuro para su familia en Ecuador.

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A pesar de su corta edad, Miguel relata los macabros detalles de las prácticas a las que era sometido. “Me echaban tierra de muerto del cementerio, azufre y todo eso del cementerio y me daban aguardiente también”, dice. Aunque intentó contarle a su madre lo que ocurría, estaba amenazado.

Cuando María Carmona, la abuela, vio al niño, estaba completamente quemado, hinchado y con un ojo cerrado. Además, presentaba un cuadro de deshidratación y desnutrición.

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Miguel fue ingresado al hospital con quemaduras y sus manos estaban en riesgo de amputación. Tras meses hospitalizado, fue dado de alta y volvió a su casa. Ahora, recibe el apoyo de su familia para que pronto pueda regresar a su vida normal. Sin embargo, también debe superar el daño psicológico, quizá el desafío más complica.