Brasil enfrenta las consecuencias de las inundaciones en Rio Grande do Sul, destacando la necesidad de prevención y la solidaridad de la población.

En medio de las pérdidas humanas y materiales tras las  inundaciones en Rio Grande do Sul, Brasil, se empieza a esbozar un balance de lo que se pudo haber hecho para prevenir o al menos atenuar la catástrofe. El escenario que se dibuja es a la vez desolador y contradictorio.

El sistema anti-inundaciones de Porto Alegre, creado en la década de 1970, ha sido objeto de críticas. A pesar de estar diseñado para soportar una crecida del Guaíba de hasta 6 metros, cedió a solo 4,5 metros debido a la falta de mantenimiento y reemplazo de equipos esenciales.

La negligencia sistemática de los gobiernos municipal y estatal ha llevado a la ciudad a pagar un alto precio. Se descubrió que de las 23 bombas hidráulicas encargadas de drenar el agua, sólo cuatro funcionaban a pleno rendimiento.

El gobierno de Lula anunció nuevas medidas de auxilio para 200.000 familias del sur de Brasil. Sin embargo, la sociedad civil exige explicaciones sobre por qué no se hizo nada cuando se alertó sobre el riesgo de una posible catástrofe en Rio Grande do Sul.

Además, se cuestiona la gestión de la crisis, con retrasos en las alertas y avisos de evacuación, refugios abiertos en zonas inundadas y la difusión de información inexacta. Los expertos afirman que si se hubieran hecho más y mejores inversiones, y sobre todo antes, se habrían reducido los daños de estos días.

La cifra más preocupante se refiere a la agricultura. Rio Grande do Sul es uno de los principales motores de la agroindustria brasileña y el mayor productor de arroz. Para evitar que se agoten las existencias, los supermercados de todo el país ya están racionando las ventas de este cereal tan importante para la dieta de los brasileños.

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En resumen las inundaciones en Brasil ha dejado en evidencia la necesidad de una mejor preparación y prevención para enfrentar los desafíos del cambio climático. La solidaridad de la población ha sido un rayo de esperanza en medio de la tragedia, pero también es un llamado a la acción para los líderes políticos y las autoridades responsables. La prevención y la preparación son clave para mitigar los efectos de estas catástrofes en el futuro.

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