El 25 de mayo se celebran elecciones regionales y parlamentarias en Venezuela, en medio de dudas sobre su legitimidad y alta intención de abstención.
Este domingo 25 de mayo, Venezuela se enfrenta a unas elecciones regionales y parlamentarias marcadas por el escepticismo. Con 900 presos políticos, dirigentes exiliados y el recuerdo fresco del 28 de julio de 2024 —cuando aún no se conocen resultados disgregados— el gobierno de Nicolás Maduro busca sepultar simbólicamente ese proceso con esta nueva jornada. Aunque el CNE proclamó a Maduro como presidente reelecto, Edmundo González, su principal contrincante, permanece exiliado en España.
El nuevo evento electoral llega con una mezcla de apatía, miedo y muchas dudas. Porque no hay garantías de que los votos sean respetados. Más bien, se teme que el Poder Electoral repita la opacidad con la que manejó los pasados comicios. Mientras tanto, Maduro intenta arrasar con los últimos espacios opositores en gobernaciones y Asamblea Nacional. Pero algunas plazas clave, como Zulia y Nueva Esparta, podrían resistirse.
El Esequibo, una ficha nueva en el tablero
Por primera vez, el gobierno incluyó al Esequibo como un “estado” en disputa, con su capital en Tumeremo, estado Bolívar, y ocho diputados para la Asamblea Nacional. Esta movida preocupa a la comunidad internacional, que ve cómo Venezuela avanza unilateralmente sobre un territorio en litigio ante la Corte Internacional de Justicia. Así, Maduro no solo busca controlar lo nacional, sino también avanzar simbólicamente en la política exterior.
La oposición está dividida: María Corina Machado y la Plataforma Unitaria llaman a no votar, mientras figuras como Henrique Capriles, Manuel Rosales y Juan Requesens decidieron participar. Capriles, por ejemplo, sostiene que la abstención no ha dado resultados en el pasado. Pero otros actores, como Samuel Pulgar, advierten que no existen condiciones reales para competir y que el país atraviesa un clima de represión y desesperanza.
¿Votar o resistir?
A pesar del rechazo mayoritario, hay quienes creen que se puede ganar algo. Antonio Ecarri, también opositor y candidato, asegura que la abstención es un error. Él apuesta a organizarse desde abajo y captar liderazgos que puedan gobernar en un futuro. Pero también admite que la gente desconfía del proceso y que este podría convertirse en un nuevo escándalo si el gobierno intenta imponer 23 gobernadores y cientos de diputados.
El contexto no es el mejor: vuelos cerrados, frontera controlada, detenciones masivas y denuncias de supuestos complots. Todo esto ocurre mientras el chavismo apela a su voto duro —de dos a tres millones de electores— para asegurarse la victoria en medio de la abstención. Para muchos analistas, incluso si se gana una curul, la oposición necesita algo más que resultados: necesita estrategia, coherencia y una propuesta de país que aún no se percibe.
¿Y el día después?
La gran pregunta es cómo quedará el mapa político el 26 de mayo. Habrá ganadores oficiales, pero el verdadero balance dependerá de si estas elecciones logran cambiar algo o solo consolidan una nueva normalidad autoritaria: votar sin saber quién ganó. Porque como dijo la experta Carmen Beatriz Fernández, “las elecciones no volverán a ser lo que fueron”. Podremos seguir votando, sí, pero con menos transparencia y sin certezas. Y eso, en el fondo, es lo más peligroso.