Un informe ha revelado un fallo sistemático que produjo contagios de VIH y hepatitis C en el Reino Unido a más de 30.000 personas contrajeron estas infecciones.

Durante décadas, el sistema público de Sanidad y el Gobierno británico encubrieron un escándalo de transfusiones de sangre contaminada.

El informe también destaca una falta de transparencia, rendición de cuentas y elementos de «engaño descarado», incluyendo la destrucción de documentos.

Se acusa a diversas entidades de ocultar la verdad y de no informar a las personas de los riesgos del tratamiento que recibían, de las alternativas disponibles y, en ocasiones, incluso del hecho de que estaban infectadas. 

Sir Brian concluye que la tragedia «no fue un accidente». Las infecciones ocurrieron porque aquellos en posiciones de autoridad, incluidos médicos, servicios de donación de sangre y gobiernos sucesivos, no priorizaron la seguridad del paciente. La respuesta de las autoridades «agravó el sufrimiento de las personas».

Miles de personas fueron expuestas a riesgos, y ahora se sabe que aquellas transfusiones provocaron presuntamente unas 3.000 muertes y más de 30.000 infecciones con VIH y hepatitis.

 Las pesquisas, realizadas durante cinco años por el antiguo juez Brian Langstaff, determinaron que las infecciones y muertes de pacientes no fueron un “accidente”, sino que podrían «haberse evitado mayoritariamente». 

«Lo que he descubierto es que el desastre no fue un accidente. La gente depositó su confianza en los médicos y en el Gobierno para que los mantuvieran a salvo, y esa confianza fue traicionada», se lee en el informe de Langstaff.

El asunto llevaba años pasando desapercibido, pero las distintas administraciones que pasaban por Downing Street preferían mirar para otro lado. Fue así hasta 2017 cuando la entonces primera ministra Theresa May decidió abrir una investigación sobre las transfusiones.

Jason Evans desempeñó un papel decisivo en la decisión de May, cuenta The Independent. Tenía 4 años cuando su padre murió a los 31, en 1993, tras contraer VIH y hepatitis por un producto de plasma sanguíneo infectado.

«Mi padre sabía que se estaba muriendo y grabó muchos vídeos caseros, que he conservado y reproducido una y otra vez mientras crecía, porque era realmente todo lo que tenía», ha explicado. Ken Clarke, el exministro señalado.

«El sistema inepto y fragmentado de donaciones que había en el Reino Unido en aquel momento implicó que hubo fallos a la hora de asegurar un suministro suficiente del llamado Factor VIII de donantes británicos», apunta el documento.

Riesgos de las transfusiones de sangre

La investigación calcula que las transfusiones de sangre contaminada causaron más de 3.000 muertes. Unas 1.250 personas con trastornos hemorrágicos se infectaron por el VIH (380 eran niños), y entre 80 y 100 recibieron transfusiones.

Hubo, además, infectados por hepatitis C, entre 3.650 y 6.250 en personas con trastornos hemorrágicos, y 26.800 en receptores de transfusiones, de los cuales solo 2.700 seguían vivos en 2019. Muchas de estas personas no estaban diagnosticadas.

Fallos fundamentales

A pesar de conocer los riesgos de transmitir infecciones virales a través de la sangre y sus productos, las autoridades continuaron administrándolos a pacientes durante años.

  • La falta de medidas para detener la importación de productos sanguíneos del extranjero, que incluían sangre de donantes de alto riesgo, como presos y drogadictos.
  • En el Reino Unido, las donaciones de sangre de grupos de alto riesgo, como los presos, no se suspendieron hasta 1986.
  • Hasta finales de 1985 no se trató la sangre para eliminar el VIH, a pesar de que los riesgos eran conocidos desde 1982.
  • La escasa realización de pruebas para reducir el riesgo de hepatitis desde los años 70.

Criticas de las autoridades

 El informe no se queda corto en señalar a los responsables. Entre ellos se destaca a la ex Primera Ministra Margaret Thatcher y su gobierno, por rechazar las llamadas a compensación con afirmaciones «erróneas» sobre la calidad del tratamiento proporcionado a las víctimas.

La actitud combativa del ex Ministro de Salud Ken Clarke también fue criticada. Además, el especialista en hemofilia, el Profesor Arthur Bloom, influyó de manera desmesurada en la percepción del gobierno sobre el sida y minimizó la amenaza para las personas con trastornos hemorrágicos. 

Compensaciones para las victimas

En respuesta, el gobierno británico ha iniciado pagos de hasta 100.000 libras a unos 4.000 supervivientes y sus familiares, aunque se espera que las compensaciones finales alcancen miles de millones de euros.

El escándalo de la sangre contaminada en el Reino Unido sigue siendo un ejemplo trágico de la importancia de la transparencia, la responsabilidad y la priorización de la seguridad del paciente en la atención sanitaria.